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Madrid, MADRID, Spain
Hola Soy Maricirio, la que monta los cirios. Este blog servirá tanto para contar cuentos, vivencias reales tanto mías, como de segundas y hasta terceras personas. También se pretende formular opiniones sobre temas de todos los tipos, sucesos. Un poco de todo. Siempre desde el respeto y la buena educación. Espero que quien tenga la paciencia de leer este blog deje sus comentarios. Los comentarios, por favor, igualmente desde el respeto y la buena educación. Aunque sea en contra, se admiten críticas constructivas sin faltar ni faltar al respeto…

24 ago 2010

EL TIO CURA Y LA TIA MONJA (2º parte)

Continuando con el relato del tío de mi amiga diré que el problema existente en su cuerpo, sus necesidades fisiológicas que tenía le empezaron a pasar factura cada vez más urgentes (dicho en pocas palabras y sin intento de ofender a nadie “estaba más salido que el pico de una mesa”).

En la casa de curas donde vivía, como ya expliqué, cada cura tenía su apartamento. El cuarto de baño del apartamento de la casa del tío de mi amiga tenía un ventanuco encima de la taza del wáter desde el cual, si te subías a la taza, se veía todo el patio de recreo del colegio de niñas regentado por monjas que estaba en la vuelta de la esquina.

Este hombre, a la hora del recreo del colegio de niñas, como un reloj, se metía en el cuarto de baño y se quedaba allí todo el tiempo que duraba dicho recreo. Era algo ya histórico en la familia. Todo el mundo en la casa sabía por qué entraba a esa hora y a qué entraba, pero era algo que no se comentaba, al menos mientras su tia-madre vivió. Era ya un ritual que a esa hora si el tío estaba en casa se perdía y era algo sabido que a esa hora no podías usar el servicio. Mi amiga desde pequeña era algo a lo que estaba acostumbrada, se rumoreaba, pero era casi como un tabú, no estaba bien hablarlo.

Mi amiga recuerda que su madre, una mujer muy inteligente, muy perspicaz y un humor sarcástico a más no poder, era la única que hablaba sobre estos temas a las claras, que este hombre tenía un problema, que estaba fatal de lo suyo y que desde luego eso no era vida para él, que hubiera estado mejor con una mujer, pero no con cualquier mujer, sino una mujer fuerte, que pudiera ayudarle, más fuerte que él.

Este hombre siembre buscaba excusas y temas para criticar o acusar de historias raras a la madre de mi amiga, ya que le tenía bien calado y era la única de la familia que le decía las cosas claras, sin tapujos. El sentía por ella una mezcla de admiración y al mismo tiempo de odio. Hubo muchas veces en el que sobre todo este hermano y la otra hermana (la que luego fue monja) iban contra la madre de mi amiga, hablándole mal a su hermano sobre su mujer, intentando desestabilizar la relación.

En una ocasión el tío vino en plan intelectual a enredar e intentar poner a su hermano menor contra su mujer, dando el argumento de que todas las mujeres “eran cotillas por naturaleza” y por eso “llevaban falda” (ya se sabe que en aquella época las mujeres en España casi no se ponían pantalones-años 60). La madre de mi amiga le contestó con una frase épica a partir de entonces en esa familia, que dejó a este hombre sentado sin saber qué contestar y ya se cuidó mucho a partir de entonces de volver a meterse con ella con esos argumentos, le dijo: “si lo dices por las faldas, tú las llevas más largas”.

Continuando con la historia de este hombre que vivía en la continua contradicción que era su vida entre lo que habría podido ser, en lo que querían convertirle y en lo que realmente había acabado convirtiéndose, su decadencia física y mental era cada vez más evidente, aunque curiosamente nadie hiciera mención al tema.

Era un hombre que se podía pasar días metido en su habitación, sólo saliendo para comer, sin hablar con nadie, y sólo emitía gruñidos si le saludabas o intentabas hablar con él. Los días que tenía dicharacheros hablaba siempre como si fuera un gran intelectual, sentando cátedra sobre sus opiniones, pero decía nada más que despropósitos, dejando claramente a la luz lo mentalmente perjudicado que estaba.

La tía-madre que los crió se murió de muy viejecita y siguieron viviendo juntos los dos hermanos en la casa de los curas.

La hermana soltera continuó viviendo con su hermano, ella trabajaba, hacía la comida y cuidaba de la casa y él andaba como un poseso por la casa con esa sotana vieja, raída, maloliente, todo el día y cada día más enloquecido.

La hermana un buen día se hartó y se fue a vivir sola. Realmente no contaron bien los motivos por qué ella se buscó otro sitio, también podría ser que mi amiga no se acuerde o como era tan pequeña ni se enterara. La cuestión es que después de morir la tía vivieron unos pocos años en la misma casa, pero al final se hartaron uno del otro y cada uno a su casa.

Ahí el tío de mi amiga ya empezó a perder aún más la cabeza, al no tener nadie en casa que le pudiera decir en cualquier momento que por ahí no.

Lo gracioso del caso es que los curas o al menos el obispado le respetaban mucho e incluso creo recordar que le tenían hasta cierto aprecio y admiración.

Preparó en las habitaciones vacías como una especie de centro para jóvenes, para que vinieran allí a hacer pinturas, cerámica, en fin, un poco de todo. Tenía mucho atractivo para los adolescentes de aquella época, porque al ser inteligente, sabía muy bien amoldarse a las situaciones y seguirles el rollito hippy que por esa época se estaba poniendo de moda y él parecía “un tío enrrollao”, y supongo que con ese rollito “progre” (muy de moda en esa época, sería la década de los 70) tuvo suerte y algún que otro rosco se comería.

Unos años más tarde el Obispado le nombró párroco de una iglesia y allí hizo se hizo muy popular entre la gente joven, los gitanos, que como he antes he explicado, un hombre que a la vista de la gente, era comprometido, alegre, liberal, intelectual y divertido.

Exactamente no puedo decir en qué momento se lió con una chica de 16 años, creo que era cuando todavía vivía en las casas de los curas, antes de darles la parroquia. A esta chica mi amiga no la recuerda cómo era, aunque sí que sabía de ella, parece ser que era una chica que frecuentaba la casa con el grupo de jóvenes, que era una cría maja, simpática y que le gustaba el arte, y además, una niña, porque en esos años (década 60/70) con 16 años eras una niña.

Se lió con esta chica y un buen día, varios años después, dejó la Iglesia, dejó la parroquia, se quitó esa sotana y se fue. Se escapó. Desapareció. No se quitó los hábitos, no los colgó. No llamó al Obispado para decirle: “ahí os quedáis”. Simplemente desapareció del mapa.

Se fue a un pueblo abandonado, cerca de Madrid, allí compró una casa vieja, la reformó, se compró una furgoneta muy vieja, se puso a hacer cerámica y a venderla por las ferias. Se escapó con la chica, la cual estaba enamoradísima de él.

A partir de ahí mi amiga pierde casi el contacto con él, ya que este hombre se desmarcó mucho de toda la familia en general, sólo hablaba por teléfono con sus dos hermanos que quedaban vivos (el padre de mi amiga y la hermana soltera), pero muy pocas veces iba de visita a casa de alguno de ellos. Las veces que el padre de mi amiga hablaba con él no hacía muchos comentarios sobre cómo estaba y qué pensaba, pero se le notaba la mirada triste y evitaba el tema.

Este tío de mi amiga, a pesar de que al final, después de tanta auto-tortura, se había desligado de sus ataduras morales, religiosas y todo tipo de lavados de cerebro que le hicieron en el internado desde sus más tiernos años, ya estaba tocado del ala, ya estaba afectado mentalmente y herido hasta la médula. De hecho, aunque por fin se había quitado la sotana él seguía teniendo el mismo olor antes ya descrito, con lo cual se hacía difícil acercase a él.

Las pocas veces que mi amiga lo vió en los últimos 20 años el pelo se lo había dejado largo, lo llevaba desgreñado, sucio y canoso, sin peinar. La babilla se le caía ahora ya por la comisura de los labios. El olor que desprendía era exactamente igual, pero incluso más intenso, y esa mirada penetrante tan característica suya dirigida a ciertas partes del cuerpo de las chicas, de fauno asilvestrado, era incluso, si cabe, aún más intensa y daba más miedo.

Si tenías una conversación con él daba aún más miedo todavía, porque al tener esa dualidad dentro de su cabeza, no sabía distinguir lo que creía de lo que le habían obligado a creer y lo mezclaba con lo que él sí hubiera querido creer, por lo que las conversaciones con él eran un completo desatino y cuando acababas tenías que resetear tu pobre cerebro, porque además, al ser tan inteligente y tan culto como era, realmente te onnubilaba un poco el entendimiento.

Sobre el tema de su chica era algo que todo el mundo tenía asumido, no la llevaba cuando iba de visita a ver a sus hermanos, pero todo el mundo la conocía. Era una relación conocida, pero él mismo no quería hacerla oficial, hablaba de ella, se sabía que existía, pero era al mismo tiempo una vergüenza para él, al no tratarla como su pareja delante de sus dos hermanos, siempre con esa dualidad mental característica de su carácter enfermizo.

Al padre de mi amiga le caía bien la chica, a la madre de mi amiga le parecía que era una buena chica, pero teniendo en cuenta la situación, decía lo que todos pensábamos, que él se había aprovechado de su ingenuidad. A la hermana de él (de la cual luego hablaremos largo y tendido) le parecía “fatal” la relación con esa chica, y la criticaba muchísimo.

De la chica, como he dicho, no sé mucho, sólo que desde luego tenía muchísimos menos años que él, ya que ella tenía 16 y él cuando se liaría con ella, andaría en más de 30, cerca de los 40 años. Todavía, que yo sepa, siguen juntos, pero imagino que ahora hará más de cuidadora que otra cosa. De esta chica por las noticias que tengo es que estaba enamoradísima de él, evidentemente era una niña cuando se lió con este hombre, y él era un señor ya madurito que la subyugó claramente.

De las noticias que tuvo mi amiga más adelante fue que triunfó mucho como ceramista, de hecho era muy respetado en este tema, pero también parece ser que le dio bastante al alcohol, por lo que ahora debe de ser un viejo decrépito, si no se ha muerto ya, porque no sabe nada de él desde hace 5 años, y ya entonces parece que estaba bastante peor de lo que peor que estaba antes. La última vez que habló con él fue cuando murió su padre, que le llamó para decirle el suceso y él se disculpó por no ir ya que decía que estaba muy mal y cuando hablaba con él, al oírle decir sus despropósitos y sus absurdeces recordó tiempos antiguos.

También lo que supo más tarde fue que el Obispado hace unos cuantos años llamó un día al padre de mi amiga para preguntarle por su tío, ya que llevaban años ingresándole la nómina y no sabían por qué se había ido, ya que no había hecho renuncia a los votos ni nunca se había puesto en contacto con ellos para dar alguna razón de tal desaparición. El padre de mi amiga les dijo que él no sabía tampoco donde estaba y echó balones fuera. Luego sobre ese tema mi amiga no supo cómo acabó. Supongo que los curas dejarían de pagarle la nómina. Aunque por lo que tiene entendido el tío ganaba bastante dinero y no necesitaba tal ingreso de los curas, al parecer ni lo tocaba. En ese sentido este hombre la verdad es que no era muy materialista, quizá es de lo poco bueno que le quedaba dentro de su maltrecho coco.
Curiosamente, también hace unos años, mi amiga también tuvo noticias externas sobre él en su propio trabajo, así como quien no quiere la cosa, un día estaba hablando con una compañera sobre los colegios donde habían ido de pequeñas, que si mi amiga al colegio de su padre, que si la compañera a un colegio de monjas, y ya el hilo se fue yendo a que la compañera le contó dónde estaba el colegio, mi amiga le dijo: “ah, pues allí vivía mi tío el cura”. La compañera entonces le contó que durante muchos años había un cura que todas las tardes a la salida se ponía en la acera de enfrente, con una sotana negra, cara de loco, mirada penetrante y algo más que inquietante, las manos en los bolsillos de la sotana y se quedaba allí parado mirando fijamente a todas las chicas que salían del colegio, le contó que se le caía una pequeña babilla por la comisura y que les daba hasta miedo esa forma que tenía de mirarlas, sintiendo como si les desnudara como las miraba, de hecho le pusieron un mote "EL MIRON"…. Ahí mi amiga se quedó de piedra, aunque no se extrañó, sí le hizo gracia las casualidades de la vida, porque claro, sabía perfectamente quién era ese hombre.
La historia continúa con la hermana, la que se metio a monja,,,, pero de qué manera

16 ago 2010

EL TIO CURA Y LA TIA MONJA (1º parte)

Mi amiga Luisa no tiene muchos familiares y casi ninguno está vivo. Por la parte de su padre le quedan vivos un tío y una tía.

Los dos fueron huérfanos de la guerra. Mataron a su padre y su madre se murió varios meses después, según le contaron fue de la pena.

Estos hermanos, junto con otros tres (uno de ellos era su padre, evidentemente) se criaron con una tía viuda, hermana del padre.

Una gran persona, la tía Lucía. Era guapa, buena y cariñosa, que se desvivió por sus sobrinos, a los que dió todo su amor y dedicó el resto de su vida a poder criarlos de la mejor manera posible, teniendo en cuenta los tiempos, primero la guerra y luego la post-guerra. Ella sólo miraba por ellos, como una madre.

El abuelo de mi amiga había sido militar y se retiró antes de empezar la guerra Civil, vivían en Madrid y debido a un chivatazo de la portera de su casa le fueron a buscar los republicanos para que se uniera al ejército y como éste no quería unirse a ninguno de los dos bandos, le mataron.

Al haber sido asesinado el padre de los niños por los republicanos, estos tuvieron más “suerte” que otros niños huérfanos de la guerra (cuyos padres fueron asesinados por el bando ganador), y los enviaron a un colegio interno de huérfanos de militares a los chicos y de religiosas a la niña. Eran cuatro hermanos y una hermana.

En ese colegio pasaron muchas penurias estos niños. La disciplina y la rigidez de esa época era terrorífica. A las seis de la mañana los hacían levantarse a darse duchas de agua fría, por la noche, sin calefacción, les obligaban a dormir con las manitas fuera de las sábanas. En fin, una disciplina y una represión tremenda, que dejó marcados a esos niños para el resto de su vida.

El tío de mi amiga que se hizo cura era un hombre guapo, apuesto, con una gran inteligencia, vital, un artista. Pintaba, hacía cerámica, era un hombre que de haberse dedicado a lo que realmente le gustaba hubiera sido seguramente un gran artista. Además, tenía una gran personalidad.

Lo tenía todo para salir adelante y con muy buen porvenir, salvo la voluntad. Esa se la habían quebrado con tanta represión, con tanta incomprensión e intolerancia desde que era un niño. Su tía no habría podido hacer nada, ya que ella era una mujer muy buena, demasiado incluso, pero no era una mujer que hubiera estudiado o que hubiera podido luchar contra esa forma de educación, que era la mejor que pudieron obtener en vista de los escasos medios que tenían y teniendo en cuenta la época en que se vívía.
A este chico cuando era adolescente le captaron y le convencieron, lavándole el cerebro, para hacerse sacerdote. Hizo el seminario convencido, estudió y se preparó como el que más e hizo sus votos. Era un buen elemento para los sacerdotes, al ser un hombre culto, muy inteligente, y con el punto de ser muy artista.

Pero claro, naturaleza manda…. El problema? Pues que tenía necesidades físicas como cualquier hijo de vecino y viniendo de la familia que venía, más necesidades, ya que en esa familia se caracterizan por muy fogosos.

Se fue a vivir a una casa de curas, donde cada uno tenía un apartamento. Esa casa de curas estaba al lado de la Iglesia, que hacía esquina, y en la vuelta de la esquina había un colegio de niñas regentado por monjas.

Una vez que ya estaba situado y ejerciendo como sacerdote, con el tiempo, su naturaleza también se fue imponiendo y con esa fogosidad que le caracterizaba metía mano, disimuladamente, a toda mujer con la que se cruzaba (incluso las sobrinas tenían mucho cuidado de darle la espalda, ya que de vez en cuando hubo roces misteriosos).

De hecho, en una comida familiar, la madre de mi amiga le tuvo que dar con un cenicero de cristal en la mano, ya que le estaba metiendo mano debajo de la mesa.

Este hombre si le hubieran dejado casarse o llevar una vida normal sexual, seguramente hasta hubiera sido un buen religioso porque al principio estaba convencido de lo que era. Pero claro, el hecho de estar tan reprimido se iba ya recrudeciendo y se empezó a notar en todo en general.
En un principio vivía solo, después la hermana (que luego fue monja y habrá que hacer un capítulo para ella sola) se separó del marido y la tía Lucía se fueron allí con él a vivir.

El además de las misas, catequesis y demás funciones que tenía que hacer como cura, también daba clases de religión en un colegio y además en su casa pintaba y se dedicaba a sus aficiones artísticas.

Tiene un recuerdo mi amiga muy lejano de esa época en que iba con sus padres y su hermana a visitarlos y en la casa, que había tres habitaciones, aparte de la cocina y e salón, le daba hasta miedo entrar en la de su tío, ya que estaba llena de libros, papeles por el suelo, cuadros por aquí y por allá, y un olor, un olor muy característico, como de viejo, igual que olía su sotana. Era un olor de algo cerrado, penetrante, como de algo encerrado en un agujero, un olor mezclado con moho, con oscuro. Un olor difícil de olvidar y de describir, pero era un olor que una vez habías salido de aquella casa lo llevabas impregnado dentro de tu nariz, incluso después de varios días de haber salido de aquella casa.

La sotana que usaba (que según las malas lenguas llevó varios años con la misma, sin cambiársela ni una vez) tenía ese mismo olor….. penetrante y repugnante, no era exactamente a podrido, más bien pútrido, algo así como “recocío”, repugnante, que te tiraba para atrás sin poderlo remediar y también muy difícil de olvidar.

Las pinturas que recuerda haber visto en su habitación eran buenas, pero todas muy oscuras, como de monstruos, siempre con mucha oscuridad, muy tétricas, nada agradables a la vista.

El tío era un hombre alto, guapo, pero poco a poco fue perdiendo esa apariencia impresionante y comenzó a tener la misma apariencia que ese olor que desprendía, repugnante.

Su recuerdo más vívido de él que tiene era una pequeñita babilla que le caía por la comisura y esos ojos penetrantes cuando la miraba, a veces demasiado cerca y diciéndola lo guapa que se estaba poniendo, o comentándole con un tono susurrante y penetrante los ojos tan bonitos que tenía, igual que los de su tía Lucia… Mi amiga cuando le hablaba así, realmente no se sentía bien, le daba repelús, añadiéndole también ese olor que tanto asco le daba.
(continuará....)